Intelectuales y 'todólogos': "Hubo una época hoy casi olvidada en que la gente escuchaba a los intelectuales. No siempre lo que decían les gustaba, pero lo cierto es que se les concedía cierta autoridad para hablar públicamente a cuenta de cualidades -morales, intelectuales, cívicas- que parecían haberse ganado. Al intelectual se le atribuía conocimiento, independencia y valentía. De vez en cuando abandonaban su trabajo, espoleados por ansiedades generales, y se dirigían a un público mucho más amplio que el que habitualmente se interesaba por sus realizaciones profesionales. Lo hacían con los medios a su alcance y cuando creían que debían hacerlo. Solía coincidir con momentos en que la gente se mostraba desconcertada y se preguntaba: 'Qué pensarán X o Y acerca de esto'. Entonces irrumpían en el foro público, atreviéndose a formular en voz alta lo que otros pensaban o temían pero no sabían o podían expresar: denunciaban la corrupción y el abuso de autoridad, aun a costa de las represalias del poder, y apuntaban posibles respuestas. Cuando terminaban, regresaban a su trabajo. Eran elementos simbólicos fundamentales de un paisaje social muy diferente y que ahora, en la época de las redes sociales y de la comunicación permanente, se nos antoja primitivo o naíf. La historia de cómo perdieron o les fue arrebatada la autoridad y el prestigio que se les concedía tiene que ver no solo con la evolución de la sociedad, sino también con su propia transformación (tempranamente criticada por Julien Benda en La traición de los intelectuales, Galaxia Gutenberg), su venta o alquiler a los poderes que los cortejaban, sus suicidas tomas de posición y sus catastróficos errores de juicio a lo largo del siglo XX, que fue precisamente el de su nacimiento, esplendor y ocaso."
(Via ELPAIS.com - Sección Cultura.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario