28 abril 2009

El gran Brieva

Miguel Brieva pinta la cara menos amable


El dibujante publica 'El otro mundo', un compendio de publicidad perversa


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Brieva prefiere gritar a favor de la imaginación para llegar a otro mundo menos corrupto. - REYES SEDANO
PEIO H. RIAÑO - MADRID - 28/04/2009 07:00

Un pintor sin brazos se aplica a fondo sobre los lienzos con los pies y la boca. Está sudando, está estresado. No deja de repetir el mismo paisaje con puesta de sol. Alguien le está felicitando, mientras explica hipócritamente: "Antiguamente, las personas discapacitadas vivían marginadas de la sociedad Ahora, en cambio, nos hemos dado cuenta de que, con un poco de solidaridad e imaginación, ellos también pueden aportar su granito de arena". Y una leyenda cantarina: "¡Lo bueno del capitalismo es que no hace discriminación alguna a la hora de explotar!".
No, no es un anuncio real, es sólo una ácida reflexión dibujada de lo que es capaz de conseguir la propaganda capitalista y el hambre mercantil. En El otro mundo (Mondadori) Miguel Brieva (Sevilla, 1974) mantiene el pulso de la ironía para hablar del absurdo del mercado al que nos sometemos tan alegremente. Cada página recoge en un latigazo la roña social que ha logrado hacer del consumidor un ser sin criterio. Y encima gusta.

Más real que la realidad

Para Brieva, El otro mundo es una exagerada y delirante versión de nuestra realidad, que "parece más real que la realidad misma, porque quita los tapujos y camuflajes".

"Verlo puede hacernos replantear nuestro comportamiento y probar a ser verdaderamente libres"

También podría ser el mundo irreal con el que la publicidad "y los medios de mantenimiento del espectáculo capitalista" explica Brieva a este periódico ceban a sus usuarios, para que "sigamos tragándonoslo". En principio, no parece que traiga muchas alegrías ser capaces de ver con claridad las porquerías que nos ofrece este mundo; sin embargo, Brieva ve grandes ventajas críticas: "Verlo puede hacernos replantear nuestro comportamiento y probar a ser verdaderamente libres".
Brieva reconoce que empezó a hacer las ilustraciones que componen este libro como un exorcismo y un ajuste de cuentas personal contra un mundo injusto. Así que El otro mundo funciona como un catálogo de advertencias para saber cómo detectar el engaño, con un toque de esperanza: "Cuando seamos muchos practicando estos exorcismos, no será imposible modificar el origen de ese malestar común".
En los aforismos congelados que viene apuntando desde obras como Dinero, ha tratado de derrumbar toda convención social. Y ahora aprovecha para lanzar un llamamiento: "Creativos, publicistas y demás profesionales de la imaginación, dejad ya eso, que está muy feo, y regalad al mundo algo que a vosotros y a los demás nos haga de verdad felices".

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