La tinta pensante de Miguel Brieva
Alejandro Luque (El Correo de Andalucía)
Miguel Brieva, sevillano del 74 y uno de los valores consolidados del cómic español, ha comenzado a reunir su obra gráfica reciente en la serie El otro mundo (Mondadori). La primera entrega, titulada Atentos a sus pantallas, recoge colaboraciones del dibujante en El Jueves y Cinemanía.
Con una estética inconfundible y una guasa sutilmente corrosiva, el artista arremete contra las manipulaciones a las que vive expuesto cualquier ciudadano, los lavados de cerebro televisivos y los trileros de la publicidad, el modo en que el poder va despojando a sus súbditos de libertades y cómo los valores son trivializados. ¿Y cómo se hace todo eso con una sonrisa” Según el autor, se trata de “neutralizar la realidad más chunga a través del dibujo. Es como un exorcismo humorístico para uso doméstico, pero cuanta más gente pueda compartir el chiste, mejor”.
Viñetas, pues, con mensaje, “pero sin intención ni compromiso político explícito”, matiza Brieva, que se dio a conocer hace ya unos años con su álbum autoeditado Propuestas para no hacer, al que siguió el aclamado Dinero y colaboraciones en cabeceras tan diversas como El País, Rolling Stone o Cinemanía.
Lo suyo es “poner el dedo en la llaga por todas partes” sin otro método que la observación de lo que le rodea: “Hay por mi parte un interés continuo por cosas, lecturas, observación de los medios, de la publicidad, y a partir de ahí tiro por cualquier sitio”, explica. “También compro libros antiguos, en plan La familia, o El mundo tras la revolución industrial, y de pronto salta el chispazo del azar, se enciende la bombilla”, agrega.
De hecho, Brieva solía en sus inicios adquirir en el Rastro madrileño revistas antiguas y dejarse inspirar por los anuncios y las fotografías. Ese matiz retro que tienen los dibujos de Brieva le han valido la etiqueta de el Robert Crumb español, una comparación que para el sevillano es “un piropo, aunque no creo que yo lo sea. Algunas cosas seguro que he tomado de él, pero también de El Roto, Beto Hernández, Sfar, Quino, Gary Larsson... Y esos son en realidad los nombres de los que me siento más cercano, pero estoy convencido de que me influye todo el cómic de siempre, desde Astérix a Moebius”, añade el dibujante.
Y aunque Miguel Brieva es la demostración no sólo de que se puede vivir del cómic y la ilustración, sino de que es posible hacerlo desde Sevilla, pone sus peros: “Conste que yo vivo aquí, pero no trabajo en Sevilla. Aquí apenas he colaborado por amistad en un par de películas, todo el resto de mi trayectoria la he hecho entre Madrid y Barcelona. Andalucía tiene una idiosincrasia cultural muy fuerte, que se autoafirma constantemente, hay gente que se lo curra, pero no hay industria, ni los periódicos tienen una apuesta por la calidad. Es una tierra un poco provinciana, capaz de generar peña inquieta que, sin embargo, acaba yéndose para sentirse realizada. En las grandes capitales hay siempre estructuras más receptivas”, subraya Brieva.
Entre los próximos proyectos del sevillano, destaca la ilustración de un cuento infantil y un documental de Óscar Clemente que pretende cuestionar el modelo de movilidad del automóvil, aunque no renuncia a otros empeños de largo aliento:“Una novela gráfica no estaría mal”.
Por el momento, Miguel Brieva contempla el aparente resurgir del cómic –como demuestran los éxitos de Persépolis o Watchmen, llevadas con fortuna al cine– con prudente alegría. “Es evidente que la falta de ideas de la industria cinematográfica propicia esas adaptaciones, pero parece que la historieta, de un tiempo a esta parte, se ha reubicado”, celebra.
Con una estética inconfundible y una guasa sutilmente corrosiva, el artista arremete contra las manipulaciones a las que vive expuesto cualquier ciudadano, los lavados de cerebro televisivos y los trileros de la publicidad, el modo en que el poder va despojando a sus súbditos de libertades y cómo los valores son trivializados. ¿Y cómo se hace todo eso con una sonrisa” Según el autor, se trata de “neutralizar la realidad más chunga a través del dibujo. Es como un exorcismo humorístico para uso doméstico, pero cuanta más gente pueda compartir el chiste, mejor”.
Viñetas, pues, con mensaje, “pero sin intención ni compromiso político explícito”, matiza Brieva, que se dio a conocer hace ya unos años con su álbum autoeditado Propuestas para no hacer, al que siguió el aclamado Dinero y colaboraciones en cabeceras tan diversas como El País, Rolling Stone o Cinemanía.
Lo suyo es “poner el dedo en la llaga por todas partes” sin otro método que la observación de lo que le rodea: “Hay por mi parte un interés continuo por cosas, lecturas, observación de los medios, de la publicidad, y a partir de ahí tiro por cualquier sitio”, explica. “También compro libros antiguos, en plan La familia, o El mundo tras la revolución industrial, y de pronto salta el chispazo del azar, se enciende la bombilla”, agrega.
De hecho, Brieva solía en sus inicios adquirir en el Rastro madrileño revistas antiguas y dejarse inspirar por los anuncios y las fotografías. Ese matiz retro que tienen los dibujos de Brieva le han valido la etiqueta de el Robert Crumb español, una comparación que para el sevillano es “un piropo, aunque no creo que yo lo sea. Algunas cosas seguro que he tomado de él, pero también de El Roto, Beto Hernández, Sfar, Quino, Gary Larsson... Y esos son en realidad los nombres de los que me siento más cercano, pero estoy convencido de que me influye todo el cómic de siempre, desde Astérix a Moebius”, añade el dibujante.
Y aunque Miguel Brieva es la demostración no sólo de que se puede vivir del cómic y la ilustración, sino de que es posible hacerlo desde Sevilla, pone sus peros: “Conste que yo vivo aquí, pero no trabajo en Sevilla. Aquí apenas he colaborado por amistad en un par de películas, todo el resto de mi trayectoria la he hecho entre Madrid y Barcelona. Andalucía tiene una idiosincrasia cultural muy fuerte, que se autoafirma constantemente, hay gente que se lo curra, pero no hay industria, ni los periódicos tienen una apuesta por la calidad. Es una tierra un poco provinciana, capaz de generar peña inquieta que, sin embargo, acaba yéndose para sentirse realizada. En las grandes capitales hay siempre estructuras más receptivas”, subraya Brieva.
Entre los próximos proyectos del sevillano, destaca la ilustración de un cuento infantil y un documental de Óscar Clemente que pretende cuestionar el modelo de movilidad del automóvil, aunque no renuncia a otros empeños de largo aliento:“Una novela gráfica no estaría mal”.
Por el momento, Miguel Brieva contempla el aparente resurgir del cómic –como demuestran los éxitos de Persépolis o Watchmen, llevadas con fortuna al cine– con prudente alegría. “Es evidente que la falta de ideas de la industria cinematográfica propicia esas adaptaciones, pero parece que la historieta, de un tiempo a esta parte, se ha reubicado”, celebra.
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