Actualizado Domingo, 26-04-09 a las 08:23
Por exigencias del guión, los internautas recibieron con enorme rechazo el nombramiento de Ángeles González-Sinde como nueva ministra de Cultura. La cineasta venía marcada por su postura de parte en el conflicto de la regulación de la Red. El pasado enero, en la noche de los últimos premios Goya, González-Sinde había lanzado un mensaje como presidenta de la Academia de Cine que se iba a convertir, involuntariamente, en su tarjeta de presentación como ministra de Cultura tan sólo tres meses después.
Pedía «pelea», pelea «para que las descargas ilegales no nos hagan desaparecer, para que nuestros administradores comprendan que en el negocio de la Red no pueden ganar sólo las operadoras de ADSL, mientras quienes proporcionamos los contenidos, perdemos...».
Sinde, haciendo amigos, se ganó aquella noche el apodo «Sindescargas» que los internautas le han colgado, y ahora, cuando ha alcanzado el poder de los «administradores», no va a poder seguir afirmando mucho tiempo que sus ritmos no son los de la política. La política es una actividad muy compleja y ha quedado patente que su fichaje ha deshecho equilibrios precarios y enmarañado muchos problemas, que la señalan ya como uno de los flancos descubiertos del renovado Gobierno de Zapatero.
No le será fácil alcanzar un acuerdo en temas de Red viniendo de una de las partes en conflicto, e igual resulta algo extraño que conceda subvenciones quien hasta hace poco las recibía para sus proyectos fílmicos. Por eso es comprensible que la Asociación de Internautas la recusara y llegase a pedir su dimisión, de entrada. La web se ha incendiado contra ella.
Sus primeras palabras públicas merecieron gran atención: en la firma de unos avales para las industrias culturales, la ministra lanzó dos mensajes que querían ser tranquilizadores: 1. «Que los internautas no tengan miedo, internet es imparable». 2. «Voy a escuchar a todo el mundo». Y todo el mundo esperaba gestos evidentes de neutralidad, pero lo cierto es que los hechos han desmentido sus palabras: su jefe de gabinete -Bonilla, un productor-, y el nuevo responsable de cine -Guardans, paladín de las enmiendas torpedo para controlar la Red en la UE- han echado más leña al fuego y la caldera de los internautas humea. La ministra soporta ahora la ira contra Cultura y contra Industria.
Algunos (el Partido Pirata) se plantean llevar a la calle la protesta con una manifestación inédita contra el nombramiento de un ministro de Cultura. En la comunidad de internet hay posturas más dialogantes, como la de Hispalinux, la asociación de software libre, que ha solicitado conocer de primera mano sus intenciones antes de sacar conclusiones. Pero las espadas virtuales están en alto.
Para acabar de enredarlo todo, el mero anuncio de que iba a reunirse con los internautas ha servido de excusa para enfriar las negociaciones entre Redtel y Coalición de Creadores -industria y contenidos, que con Molina se acercaban a un acuerdo- porque eso puede replantear todo el debate desde la base.
El fichaje de Sinde se ha salido del guión de Zapatero, que la trajo para tranquilizar (?) al mundo del cine. Muy pronto las turbulencias serán problemas políticos. Y la ministra tendrá que aceptar el ritmo de los problemas, el de la política.
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