El despertar del videoclip español
El género se revaloriza con la irrupción de nuevas productoras y jóvenes directores que se alejan de los tópicos con un lenguaje personal e innovador
Como un ancla al fondo del mar, la palabra videoclip está íntimamente ligada a los ochenta, la MTV o Michael Jackson. Sin embargo, fue en la década de los noventa cuando vivió su gran despliegue artístico, gracias a realizadores como Spike Jonze, Chris Cunningham o Michael Gondry. En los últimos años, Internet y la revolución tecnológica han propiciado la tercera revolución del videoclip.
En España, este género híbrido tan popular y quizás por ello infravalorado, vive un particular período de esplendor. "Hay un mundo de pequeñas productoras que, a través de relaciones personales y de gustos en común con los músicos o discográficas, están despertando mucho interés con producciones inusuales", explica Susana Blas, comisaria de Mundo aparte, una muestra que el Instituto Cervantes le dedica al nuevo videoclip español.
Todavía no tiene la consideración de disciplinas como las videocreaciones
Hace un par de años, el vídeo de la canción Liar to love, de Christina Rosenvinge, llamó especialmente la atención. Presentaba imágenes inconexas, mezclando ilustraciones de un libro de anatomía o piñas que vuelan con secuencias en las que la cantante pinta palabras sin sentido sobre la nieve con un bote de espray. Era, cuando menos, chocante. "Este vídeo, de Luis Cerveró, puede servir de ejemplo de lo que se está haciendo ahora. Son obras que remiten al escapismo, cierto nihilismo, no se preocupan por temas políticos o reivindicaciones. En concreto, Cerveró habla de mundos apartados y oníricos, con referencias literarias y temas como la recuperación de la infancia perdida", afirma Blas.
Cuando habla de videoclips, Cerveró, como muchos, menciona la pasión y la sinceridad. "Tampoco le pido demasiado a un vídeo para poder disfrutarlo, simplemente que no lo hayan hecho como quien se ata un zapato", explica el director.
El videoclip vivió muchos años en el sótano de los géneros menores y todavía no tiene la consideración de disciplinas similares, como las videocreaciones. No deja de ser curioso que en las escuelas de cine se estudie Taxidermia, un corto de Luis Cerveró que profundiza en la abstracción y el cine conceptual, y en cambio se ignoren sus filmes para canciones. "Si no valoramos estas piezas como se merecen, dejaríamos en el olvido una parte importante de la historia audiovisual en España", razona Susana Blas.
«Son una parte importante de la historia audiovisual de España»
La canción más exitosa del año pasado en España fue Tenía tanto que darte, del dúo catalán Nena Daconte. A diferencia de gran parte de los vídeos facturados por las discográficas multinacionales ("que se hacen como en una cadena industrial", apostilla Blas), esta pieza de Marc Lozano asombraba por sus escenas imaginativas y la holgura de medios, algo difícil de encontrar en un sector donde la precariedad es el pan de cada día.
Y es que muchos músicos ya están cansados de hacer vídeos que no aportan nada y por eso buscan a alguien que les plantee algo interesante, distinto. "Desde el primer momento, Marc planteó una producción llena de elementos y color... rodada al estilo de los vídeos clásicos de los primeros pasos del digital, utilizando las mismas cámaras de entonces (un par de Sony PD 150) y con un estilo de filmación muy punki y descuidado", dice Óscar Romagosa, director de Nanouk Films, productora del vídeo.
Las productoras son las principales responsables de la riqueza de los nuevos videoclips españoles. Desde el año 2000, compañías como Nanouk, Les Noveaux Auteurs, Struendo, Sofa Experience o Common han apostado por la vocación artística. Según Susana Blas, "estas productoras actúan como catalizadores. Los productores y los realizadores son afines, tienen entre 25 y 35 años y se reúnen para hacer cosas".
Pobres pero felices
Aunque estas productoras han trabajado con artistas importantes (Los Planetas, Andrés Calamaro, Marlango, Bunbury...), no pueden mantenerse sólo con los videoclips. "Es una oportunidad de hacer una especie de corto. Cobras poco, pero haces algo bonito. Normalmente, los presupuestos van de 6.000 a 30.000 euros, pero estos últimos son los menos", explica Óscar Romagosa.
En categorías inferiores, las condiciones son bastante más fangosas, lo que no impide que los videoclips sobresalgan. Uno de los vídeos más impactantes de este año lo realizó Samuel Zapatero para Shes my man, una canción del músico zaragozano Bigott. Se trata de un inquietante plano-secuencia hecho en un día con la ayuda de cinco amigos y presupuesto cero. "Muchas veces es bueno no tener dinero, porque así te estrujas la cabeza y te salen mejores ideas", dice Zapatero, que tuvo que renunciar a incluir un hombre ahorcado porque no tenía medios para hacerlo.
Una iniciativa muy atractiva es venuspluton!com, una web de reciente creación dedicada al videoclip. Su objetivo: dignificar el género. "Hay un filón impresionante. Videoclips que son buenos porque nacen por el placer de hacerlos, no por el típico proceso industrial que ha funcionado hasta ahora, sujeto a mil condicionantes. Esa es la revolución e irá a más", explica Marc Prades, su creador. Y su revolución se asienta en tres palabras: calidad, innovación y pasarlo bien.
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