03 febrero 2010

Sonic Youth: arte y música

El arte y la furia en Sonic Youth

Una ambiciosa exposición en Madrid recorre la historia artística del grupo con obras de más de 150 creadores

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Lee Ranaldo, Mark Ibold, Kim Gordon, Steve Shelley y Thurston Moore.
JESÚS ROCAMORA - MADRID - 03/02/2010 02:16

"Más una banda de rock, Sonic Youth es un colectivo de artistas", dice Roland Groenenboom, comisario de la exposición Sonic Youth etc.: Sensational Fix, mientras comienza a recorrer las diferentes habitaciones del Centro de Arte Dos de Mayo de Móstoles, cuyas cuatro plantas están presididas en cada esquina por el ruido de guitarras acopladas y chirriantes, como desafinadas, afiladas. A primera vista está la iconografía fancinera de un grupo que nació en el seno del Nueva York underground de los 80, viejos vinilos, carteles de conciertos, portadas de discos, recortes de prensa, instrumentos, retratos de los componentes del grupo, singles compartidos con otras bandas.
Pero, como decía Groenenboom, para no confundir, esto no es una exposición sobre un grupo de rock, ni para fans, ni nostálgicos: es un gigantesco y complicado cruce de caminos donde se dan lugar el arte y el rock'n'roll, la moda y política, pose y actitud, ruido y música para las masas. Es decir: más que Sonic Youth, quienes se encargan de hablar en este muestra que puede verse hasta el próximo 2 de mayo son otros artistas, como John Cage, Todd Haynes, Raymond Pettibon o Dan Graham, que durante los 30 años de vida del grupo han cruzado sus caminos con los de Thurstone Moore, Kim Gordon, Lee Ranaldo y Steve Shelley.
 Los dos últimos estuvieron ayer en Móstoles, en la inauguración de la exposición, donde hicieron una performance con un invitado de honor: Enrique Morente, el flamenco más experimental de nuestro país, con quien ya compartieron una actuación en Valencia hace un par de años. "Es genial cumplir 30 años, haber colaborado con tanta gente y poder ver estos años en una exposición: esto es la historia visual del grupo. Nos han influido muchas manifestaciones culturales. Está todo a la vista", dijo ayer Ranaldo.
La exposición ha pasado ya por otras cinco ciudades antes de desembarcar en Madrid, lo que ha hecho que esté en continua reelaboración. Piezas históricas dejan paso a obras creadas específicamente para la muestra, lo que permite apreciar que esto no es un recorrido histórico: hay pasado pero también mucho presente. Como la banda, la exposición parece estar en contínua mutación. En total, en Móstoles se pueden ver piezas de sus colecciones privadas, prestamos y creaciones ad hocpara la exposición.

 La historia como no nos la habían contado

Según palabras de Groenenboom, la exposición permite hacer "una relectura de la historia contemporánea que no es la habitual. La historia que vemos ahora, 30 años después, es muy diferente a las que nos contaban entonces. Ahora podemos tener una visión no hegemónica".
 El comisario insiste en que la muestra quiere mostrar el territorio fértil que hay entre las artes visuales y la música de mano de un grupo que "ha explorado y cartografiado territorios culturales desconocidos" y ajenos a los propios de una banda de rock.
Precisamente la exposición arranca mostrando parte de la prolífica y atractiva paraphernalia que ha rodeado a Sonic Youth desde sus inicios, en la escena alternativa del downtown neoyorkino a comienzo de los 80, una época en que se daban "muchas colaboraciones entre artistas de diferentes disciplinas, se daban conciertos en galerías de arte y se celebraban exposiciones en apartamentos", según Groenenboom.
Es en la planta baja del CA2M donde puede verse publicaciones con la poesía de Ranaldo y Moore, o los escritos de Kim Gordon. Llegaron a Nueva York a finales de los 70 con formación de artistas plásticos aunque resultó que "para ellos era más fácil tocar", dice Groenenboom.

Junto a este material se encuentran los primeros guiños al arte de una banda irremediablemente arty desde su nacimiento, como es la pieza Karze (Siguiendo a Daydream Natoin), de Sam Crack, una proyección en video de 16 mm. emitida en loop, que se basa en la fotografía homónima de Gerhard Richter que sirvió de carátula para el álbum Daydream Nation (1988).
Más habituales en una exposición de estas características son una selección de guitarras (una de ellas, cedida por el productor Steve Albini), portadas de discos y retratos de sus componentes.

Ruido, poesía e imagen

Pocas bandas pueden permitirse el lujo de estar a punto de cumplir 30 años y no parecer dinosaurios, sin reflejos, sin ilusión. La experimentación ha estado siempre presente en la banda neoyorquina y la mayoría de las piezas expuestas buscan ahondar, de una manera u otra, en la condición multidisciplinar del grupo, como Disgresiones sonoras en siete colores, de Tony Oursler, que ejemplifica los tres pilares fundamentales en los que ha descansado años y años de trabajo del grupo: "La poesía, el cine y el sonido", según el comisario.
Pero es el ruido, feroz, descontrolado, voluminoso, que preside toda la exposición. En la tercera planta llega a ser ensordecedor: a la vez se escuchan grabaciones históricas de conciertos realizadas por Dan Graham ("uno de los artistas más importantes de la escena de Nueva York de los 60 y que dio flujo a la relación entre música e imagen, algo poco habitual entonces", según el comisario), con piezas de noise art y algunas difíciles de clasificar, que persiguen precisamente que el espectador juegue y manipule el sonido.
 Es el caso de la sorprendente The club in the shadow. Karaoke inverso, de Kim Gordon y Jutta Koether: un habitáculo cerrado donde descansan bajo, batería y guitarra, mientras la voz grabada de Gordon entona una canción. El espectador debe coger los instrumentos y "así puedes grabar tu canción con Kim. La idea es que te lleves una copia y que otra se sume a la obra", añandiénose a las creadas por otros anteriormente. El visitante se aleja mientras una tormenta de feedback parece quedarse atrapada allí dentro.
También es el caso de la instalación de Christian Marclay Sin título (1987), en la que da hasta algo de pena entrar: consiste en una habitación llena de vinilos desparramados por el suelo, en la que el espectador es invitado a cogerlos y agitarlos para producir algún sonido. "Un mar de vinilos que hay que pisar para sentir cómo es", completa Groenenboom.

Y mención aparte merece también Cuarteto, de Tony Conrad (2008), una columpio montado con un "banquillo del parque" y en el que el espectador puede generar sonidos tocando los cables que cuelgan del techo.
En cualquier caso, y para que el visitante no pueda decir que dejó la exposición sin conocer lo más importante, es decir, la música del grupo, entre las piezas creadas específicamente para la exposición destaca por méritos propios los pabellones hechos por Dan Graham, donde se puede escuchar toda la discografía del grupo, además de grabaciones en vivo y videos poco conocidos de la banda.

Estética y política

En la cuarta planta del centro se puede ver parte del discurso político de un grupo que en los años 80 no dudaba en mirar a los 60. Ahí están títulos de canciones como Teen Age Riot o Youth Against Fascism. El gusto de la banda por los poetas beatniks queda claro en consignas como Poetry is Revolution o Fuck Hate. Aunque quizá la pieza clave en este sentido sea la pancarta antiVietnam de Allen Ginsberg, de la colección personal de Gordon y Moore. También hay piezas de William Burroughs, Ira Cohen, Gregory Corso y hasta de Sun Ra.

La parte final de la exposición está ocupada por algunos de los colaboradores habituales del grupo, como Jim Shaw, Cameron Jamie y Mark Gonzales, que tienden puentes a otras artes transitadas por la banda, como el cómic o el collage. Encargada de cerrar la muestra es Kathy Temin, una artista que ha desarrollado su obra alrededor de la cantante Kyle Minogue y que conecta con el lado más glamouroso del grupo. Para Groenenboom, ningún elemento de Sonic Youth sobresale por encima de otro. "Arte conteptual, noise, vanguardia, política... todo filtrado, casa cosa en su espacio", aclara.

Actividades paralelas

Alrededor de la exposición se ha organizado una serie de actividades paralelas que se extenderán hasta el 2 de mayo. Destacan, claro, la performance que ayer tuvo lugar como inauguración, con Ranaldo, Shelley y Morente, y el próximo concierto que la banda dará en Madrid como despedida el 19 de abril (aunque la exposición se mantiene hasta el 2 de mayo). Ciclos de cine, tallares y conciertos comisionados por la banda cierran el círculo.

"El flamenco es una música extrañamente bella"

Steve Shelley. Batería de Sonic Youth
¿Hasta qué punto ha estado la banda involucrada en la organización de la exposición?
Roland Groenenboom, el comisario, ya había trabajado con Kim [Gordon] y Lee [Ranaldo], de forma conjunta con ambos e individualmente con cada uno. Así que en un principio fue algo modesto. Pero Roland tenía idea de hacer algo grande, así que el resto también empezamos a contribuir, le dimos una lista con cosas que nos gustan, de gente a la que seguimos, objetos personales... Así la cosa empezó a hacerse más y más grande, empezó a tener artes visuales, vídeos, colaboraciones con otros músicos que a su vez también haceían arte visual... Aquella lista acabó por hacerse gigante, y esto es el resultado, después de pasar por cinco ciudades.

Es una muestra por tanto que habla del pasado y del presente, de lo personal y lo profesional.

Todo a la vez. Sí, hay mucho pasado aquí, pero la exposición ha cambiado mucho de una ciudad a otra, ha ido evolucionando, adquiriendo actitud. Creo que todavía estamos aprendiendo y que ni siquiera sabemos las implicaciones de muchas de las colaboraciones que hemos hecho. Aprendemos de todo lo que hacemos.
¿Tenías intenciones artísticas al comienzo de vuestra carrera o todo se desarrolló de una forma más natural?
Fue un comienzo mucho más natural. Yo me incorporé después de unos años, en 1985, una vez el grupo ya había despegado y estaba inmersos en giras y viajes y haciendo musica. Pero por lo que sé, por lo que he visto estos años y por lo que he escuchado en entrevistas en las que he sido parte, fue un proceso muy natural, sin demasiadas expectativas por parte de nadie, más allá de hacer lo que te gusta y de vivir el día a día de una banda en una ciudad como Nueva York. Recordando aquellos días, no había demasiado dinero, así que diriges tus esfuerzos en buscar espacios para ensayar, quedar juntos para hacer ruido, y poco a poco intentar enseñar tu show en locales como el CGCB o donde fuera. Y después de eso, con el dinero que habíamos conseguido ahorrar, grabar un disco. Y entonces, te vas de tour. Todo eso ocurrió naturalmente. Creo que la exposición muestra esa transición y este cruce de caminos contínuo en los 30 años en los que llevamos de banda.
¿Qué habéis hecho para mantereos unidos tanto tiempo? ¿Qué es lo que os hace únicos en este sentido?
No lo sé. La colección de personalidades que formamos, imagino. Me gusta pensar, más que en lo que yo hago, en el espacio que se crea entre los miembros del grupo. Igual tiene que ver con la química... Pero no lo sabemos. Somos afortunados en ese sentido y muy fans de otras bandas que también son únicas. Television, Los Beatles, Sex Pistols. Son bandas únicas, ¿no te parece? Pero no puedo explicar demasiado, igual que Sonic Youth, qué les hace únicos.
¿Cómo ha cambiado la banda en este tiempo?
Mucho. Es toda una vida. Después de unirme a la banda en 1985 hicimos un tour por EEUU, nos hicimos con una agencia de contratación y tocamos en Europa. Pero cada año, el ciclo se repetía y se hacía más grande, mejor, más sofisticado. Al siguiente tour ya llevamos un ingeniero de sonido, para hacer los shows más profesionales. Y en cada álbum intentamos ser mejores, presentar nuestro sonido de manera diferente. Es un proceso largo, difícil de resumir.
Quizá la pregunta sea en qué no habéis cambiado en este tiempo...
Nuestras personalidades. Incluyo a Mark [Ibold] como quinto Sonic Youth. Algo que compartimos es la ilusión por la música y la cultura popular. Y todavía mantenemos esa ilusión: quizá es eso lo que no ha cambiado. Todavia somos fans de películas y tenemos sed de cosas que se hacen fuera.
¿Las referencias también han cambiado desde aquellos años 80? ¿Qué referencias tiene por ejemplo el grupo a la hora de componer vuestro último disco, 'The eternal'?
Son cuatro diferentes capas de influencias, una por cada una de nosotros. Todos amamos post-punk y la música hecha en los principios de los 60, especialmente hecha en Gran Bretaña. Por alguna razón, parte de esa música, aunque no ha estado con nosotros en estos 30 años, ha influido mucho en ese disco. Musica con high energy, grupos posteriores a MC5. ¡Y P.I.L. siempre!
¿Crees que la música, el rock'n'roll debe entrar en museos para obtener respeto, madurez?
No, para nada. Es interesante para nosotros poder escribir o tomar fotos, hacer otras cosas. No creo que tenga que ver con tomarse más en serio el rock'n'roll. No nos interesan las definciones. Lo que nos divierte, nos divierte sin más. En esta exposición hay artistas importantes, consagrados y conocidos. Pero también hay artistas underground. Es lo importante para nosotros: tener a gente de ambos lados del espectro.
Habéis colaborado con Morente ya en otra ocasión. ¿Te interesa el flamenco?
Oh, sí. Es una música extrañamente bella. Cuando lo oi en Granada por primera vez me quedé maravillado. Entiéndeme: soy batería, y flamenco es rítmica. Es música de otro mundo. Es algo que no acabo entender del todo, por eso es interesante. No tiene nada que ver, por ejemplo, con la música de EEUU. América viene del blues, y no puedo conectar demasaido con el blues. Asi que esto es fascinante para mí. Creo además que Morente ha construido su carrera interesándose por otros elementos, como Leonard Cohen o los poemas de García Lorca. Sé que el flamenco tiene una forma musical muy tradicional, pero Morente lo ha llevado más allá. Es lo mismo que lleva haciendo Sonic Youth este tiempo, colaborando con otra gente. Por eso llegó Morente a nosotros. Es una fascinación muta.
Os gusta de todo, todas las disciplinas artísticas y musicales...
Y con cuatro miembros nuestros intereses se han ampliado mucho más. Pero nos encanta la música extremadamente popular. A Lee y a mi nos encanta ir a ver conciertos Springsteen, con 30.000 personas en estadio y lo disfrutamos. O la Madonna de los años 80. Pero la música underground también forma parte de nuestra vida. Es una mezcla. Todo puede usarse. Todo es disfrutable.

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