17 diciembre 2008

Creemos productos, no promocionemos músicos

Photoshop para las cuerdas vocales

La popularización del Auto-Tune abre el debate sobre el uso de técnicas digitales para superar las limitaciones de las estrellas como cantantes

El disco más vendido en Estados Unidos en las últimas semanas es 808 and heartbreak, el álbum más reciente de Kanye West. Es un disco inusual porque sólo contiene canciones de desamor tristes, cantadas en tono desesperado. Y porque West, quizás la mayor estrella del hip hop hoy, es un buen rapero, pero un mal vocalista. Tanto, que en cada una de las doce canciones del álbum ha usado de manera muy obvia un efecto digital que corrige sus gallos y le convierte en un cantante correcto, pero algo frío. La técnica se llama Auto-Tune, y está cambiando la manera en que se graba y produce la música hoy. Gracias a ella, tener una buena voz se está conviertiendo en un concepto relativo.

La historia del Auto-Tune es, cómo la de muchas tecnologías de éxito, una mezcla de casualidad y oportunidad. Su inventor es Andy Hildebrand, un geofísico que trabajó durante años en la industria petrolífera, desarrollando sistemas de sonido que servían para rastrear el subsuelo y detectar la posible existencia de yacimientos. Un encuentro casual en una fiesta con una cantante le hizo pensar que el modelo matemático que usaba para encontrar petróleo podía servir también para detectar una nota desafinada en una grabación, y corregirla. En 1997, su compañía Antares lanzó el producto al mercado.

Desde entonces, su uso se ha ido introduciendo progresivamente en los estudios de grabación profesionales, alcanzando todos los niveles de la industria musical. A lo largo de la última década, desde iconos pop como Madonna o Britney Spears a estrellas del country como Faith Hill se han apoyado en él de manera crucial para "crecer" como vocalistas.

El efecto Cher

Durante un tiempo, las técnicas digitales de corrección de afinación han sido en la industria musical como el dopaje en el deporte: ese incómodo asunto del que es preferible no hablar. Pero en 1998, una estrella en decadencia consiguió un inmenso éxito mundial gracias a una canción que, en vez de ocultar su uso, lo exageraba hasta hacerlo evidente.

La canción era Believe, un tema de pop electrónico que devolvió a Cher a la fama y que se hizo famoso por el sonido distorsionado y artificial de la voz de la cantante. Sus productores guardaron el secreto durante un tiempo; el efecto no era un vocoder, el aparato que en los 70 usaban grupos como Kraftwerk para robotizar sus voces, sino un Auto-Tune que, configurado de ciertas maneras, añadía una cierta melancolía digital a la voz del cantante. El truco se popularizó sobre todo entre los artistas de hip hop y R&B. Algunos, como T-Pain, han hecho toda una carrera experimentado con lo que el uso excesivo del invento de Andy Hildebrand podía hacer por su voz.

Tan auténtico como el maquillaje

El Auto-Tune no se usa sólo en grabaciones; también se puede aplicar en directo, en conciertos. Y aunque no es playback, plantea problemas morales parecidos. La cuestión de si constituye una forma de fraude artístico flota siempre sobre cualquier discusión sobre su uso. El padre del plugin no quiere mojarse -"nosotros sólo lo fabricamos"- pero no puede evitar apuntar que el Auto-Tune no puede crear cantantes de la nada. Por otro lado, desde los inicios de la música grabada, el uso de técnicas y efectos ha formado parte del proceso artístico. Lennon, por ejemplo, se sentía muy insatisfecho con el sonido natural de su voz en las grabaciones, y animó al productor de los Beatles, George Martin, a aplicar toda clase de efectos y tratamientos sobre ella.

Para los productores usar estas técnicas es más cómodo y más barato, porque hace el proceso de grabación mucho más rápido, en especial con cantantes jóvenes con poca experencia. Algunos artistas no están tan seguros, sin embargo, de que los efectos del Auto-Tune sean tan inocuos, y condenan que esté fomentando una cultura de la pereza, donde no hace falta esforzarse por conseguir interpretaciones brillantes ya que el ordenador podrá siempre llegar hasta donde el cantante no llega.

En una entrevista con la web musical Pitchfork Media, la musa del indie canadiense, Neko Case, no podía contener su desprecio por la era del Auto-Tune. "Cuando detecto el Auto-Tune en la voz de algún artista, me es imposible tomármelo en serio. Si escucho a alguien como Alicia Keys, que técnicamente es bastante buena, y veo que le han aplicado un poco de Auto-Tune, pienso ¿Por qué estás dejando que te hagan eso? Esto es para gente como Shania Twain, que no sabe cantar. Y si Celine Dion es supuestamente la gran vocalista que dice ser, ¿cómo es que hay Auto-Tune en cada jodida palabra de sus canciones? ¿Es que no llegas a la nota tú sola, Celine?"

Es posible que de la misma manera que en la industria del cine hay ya un cierto cansancio de los efectos por ordenador y muchos directores han vuelto a usar técnicas de efectos especiales más tradicionales, la perfección artificial pase también de moda en el mundo de la música, como lo hará sin duda el efecto Cher. Pero si eso va a ocurrir, de momento no hay indicios.

Se estima que al menos el 60 por ciento de grabaciones profesionales hoy emplean el Auto-Tune; la propia Case admite que sólo conoce otra artista que al igual que ella se niege a usarlo por principio, la también canadiense Nelly Furtado. Y al igual que es imposible imaginar ya una portada de revista de moda en la que la modelo no haya sido corregidapor Photoshop, ahora las imperfecciones, por minúsculas que sean, tampoco se toleran.

En una conversación con el crítico musical de la revista New Yorker, Sasha Frehre-Jones, el productor Tom Beajour explica así el estado de las cosas hoy en las factorias de hits musicales: "Muchos fallos que antes no se podían tocar, ahora se corrigen. Si escuchas discos antiguos verás que hay muchos más ejemplos de cosas que están desafinadas, o fuera de tiempo. Así es cómo era antes, y así es como lo hacemos ahora".

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