RAFA VIDIELLA
- Sedujo a las más hermosas mujeres y compuso inolvidables canciones.
- Una película devuelve ahora al mito a la actualidad y recuerda la rebelde y apasionada vida del creador de 'Je T’aime... Moi non plus'.
En días de aplausos fáciles y adoración por lo obvio, quizá cueste comprender la fascinación que suscitó este feo, desaliñado y prepotente francés.
Pero su mito no simboliza gustos pretéritos, todo lo contrario: es síntoma de los nuevos tiempos, ejemplo de cómo cualquiera con un poco de talento (él lo tenía, y a mansalva) podía convertirse en un Dios. Serge Gainsbourg: el francés más auténtico. Galán imposible. Amado y vilipendiado, 19 años después de su muerte una película, Gainsbourg: Vida de un héroe, vuelve a ponerlo de moda.
El refugio femenino
Gainsbourg nació en París en 1928, hijo de inmigrantes ucranianos huidos de la Revolución Soviética. Con cuatro años aporreaba el piano de su padre, músico de clubes nocturnos, aunque los acordes se interrumpieron con la ocupación alemana.
El flaco y narigudo niño vio cómo los nazis lo marcaban con la estrella de judío y, para huir de desprecios, buscó refugio en los placeres del alma: música, lectura, dibujo y tabaco. También supo que no encontraría mejor escondite que los brazos femeninos. En 1954 grabó sus primeras canciones como Serge Gainsbourg (el Lucien con el que fue bautizado era, decía, 'nombre de perdedor').
Comienza a tocar el piano en bares sin hora de cierre, a besar a una mujer tras otra y a frecuentar a indómitos como Boris Vian. Canciones como Le Poinçonneur des Lilas (1958), sobre un revisor de metro suicida, le dan los primeros réditos. Sus juguetonas letras y melodías pegadizas hacen que Juliette Gréco, Petula Clark o Nana Mouskouri se lo rifen.
Gainsbourg empieza a reinventarse: el clásico chansonnier muta en compositor rebelde. Su fama es internacional cuando Poupée de cire, poupée du son, cantada por la virginal France Gall, gana Eurovisión en 1965. En vez de acomodarse, él hace poco después cantar a la inocente francesa Les sucettes (1966), donde la chica proclama su pasión por las piruletas.
'Te quiero, yo tampoco'
La pasión de Gainsbourg no serán las piruletas, sino otros dulces: las mujeres. Brigitte Bardot lo conoce en 1967 y cae rendida: aunque casada, le da amor e inspiración; él, música. Tras meses de sexo y canciones (como las deliciosas Comic Strip, Bonnie and Clyde o la célebre Je T’aime... Moi non plus, que la Bardot veta, temerosa del escándalo) se separan.
Serge no tarda en encontrar, aún más bella, sustituta. En Londres conoce a Jane Birkin, que ya ha deslumbrado en Blow Up. En 1971 tienen una hija, Charlotte (hoy, una afamada actriz y cantante) y, ese mismo año, publican el disco más loado de Gainsbourg: Historie de Melody Nelson.
Antes, ambos graban el Je T’aime... Moi non plus (1969), donde recrean los jadeos de una pareja en el coito: prohibida en medio mundo, será el tema por el que Gainsbourg pase a la posteridad. En 1973 tiene su primer ataque cardíaco, pero lejos de asustarse radicaliza su vida. Va a Jamaica a empaparse de ritmo y porros.
La mezcla lo lleva a grabar su Marsellesa en forma de reggae (Aux Armes et cetera, 1978). Si los ingleses tuvieron su God Save the Queen de los Sex Pistols y los yanquis el Star Spangles Banner de Hendrix, Gainsbourg sacude a los galos con esa encantadora reinvención fumeta. Medio país exige que lo expulsen de Francia.
'¡Me la quiero follar!'
Harta de sus borracheras, la que lo expulsa de su vida es Jane Birkin. Es 1980 y Gainsbourg, como siempre, reacciona en forma de excesos: decide crear un álter ego, al que bautiza Gainsbarre, careta tras la que se paseará por los platós de televisión más ojeroso y bocazas que nunca. Junto a Charlotte, de 13 años, ensalza el incesto cantando Lemon incest.
Quema un billete de 500 francos riéndose de una subida de impuestos. E, inolvidable, pierde el control en una entrevista junto a la, era 1986, inocente Whitney Houston. «He dicho que me la quiero follar», grita mientras trata de pellizcar a la diva, que lo mira boquiabierta sin llegar a decirle que no. En 1991, padre de nuevo y cuando, dicen, batallaba por recuperar el control, otro ataque al corazón lo fulmina.
C’est fini: los excesos acaban con el hombre y dan paso a la leyenda. Además de amantes, escándalos y canciones, deja como legado haber sido un icono de la Francia universal. No sorprende que la puerta de su casa, que su hija se niega a restaurar, sea lugar de peregrinaje de admiradores. Le dejan lágrimas, besos, pintadas y tabaco. Si llega a despertarse, tendrá a mano todo lo que necesita para volver a empezar.
El encanto de lo eterno
No tenía las cualidades exigibles a un yerno ideal, ni mucho menos. Pero ni su aspecto desaliñado ni las cinco cajetillas que fumaba al día ni su carácter altivo evitaron que las más bellas mujeres desfilaran de su brazo. 'Puede que sea feo –decía– pero la fealdad es más fuerte que la belleza: al menos, dura para siempre'.
No pases de... (Tres citas obligadas para poner los sentidos a tono)
- Una peli: Bonnie & Clyde. Ni la dirigió ni la protagonizó Gainsbourg (no le hubiera importado: copió su estética en una memorable sesión de fotos con Brigitte Bardot), pero sí le inspiró para una canción. La película es un violento clásico, que representa como pocas el clima revolucionario y sediento de cambios de una época. Warner, 17,99 €.
- Un disco: Histoire de Melody Nelson. En 1971, la relación de Gainsbourg y Birkin acaparaba portadas. Eran la bella y la bestia: él, feo, provocador y grosero; ella, una muñequita perfecta. Pero había más: de su colaboración nació este revolucionario disco, cuyas melodías inspiraron, por ejemplo, a los después modernísimos Beck, Placebo o Air. Universal, 16,90 €.
- Un libro: Serge Gainsbourg. La biografía. La vida de Serge ha merecido varias, pero una de las biografías más aplaudidas es ésta de Sylvie Simmons, que recopila entrevistas con algunas de las mujeres que pasaron por su vida, como Birkin o Marianne Faithful. El placer de los días de Gainsburg, en algo más de 300 páginas. Mondadori, 18,90 €.
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