20 abril 2008

Leer es gratis

La explosión de los clubs de lectura

Las reuniones donde se comentan libros se han multiplicado exponencialmente en Catalunya en los últimos diez años

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Xavi Ayén | Barcelona (La Vanguardia) | 20/04/2008 | Actualizada a las 03:31h

Prisiones, grupos de estudiantes, señoras de la alta sociedad, usuarios de bibliotecas, ingenieros de caminos, escuelas idiomas, peñas futbolísticas, de amigos, institutos, centros culturales, librerías, casals d'avis, museos, espacios internáuticos, teterías, sindicatos, gimnasios... Todos tienen algo en común: en los últimos diez años, han montado un club de lectura, es decir, se han organizado en grupos de 10 a 30 personas para leerse todos un mismo libro y, después, reunirse y comentarlo. La cosa ha cobrado tintes de fenómeno porque, aunque gran parte de estos clubs no están censados, los que sí lo están - los dependientes de las bibliotecas públicas- se han multiplicado exponencialmente. Hace diez años había un solo club en Barcelona; hoy, 75. A escala catalana, hay unos 300, cuando hace diez años no pasaban de veinte. Explica Gemma Domingo, coordinadora de los clubs de Barcelona: "Creamos la oferta y nos sorprendió la masiva respuesta". Miles de catalanes han decidido convertir la experiencia individual de leer en un acto social y colectivo.

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Un aire anglosajón. Aunque España cuenta con una tradición que nos remonta, por ejemplo, al madrileño café Gijón del siglo XIX o a las célebres penyes que reinaron en la Barcelona de principios del siglo XX (como la del Ateneu), lo cierto es que, como apunta Juanjo Arranz, jefe de servicios de Biblioteques de Barcelona, "la codificación actual del club de lectura es anglosajona: allí fueron creados por las editoriales inglesas y norteamericanas, para aumentar las ventas de sus títulos". La experiencia catalana actual se ha basado también en casos pioneros, como los de Guadalajara (empezó hace 25 años) o Salamanca, así como en la empresa británica Opening the Book, que lleva los clubs de lectura a espacios como bodegas, parques, restaurantes o castillos, con material, actividades e incluso mobiliario creados a propósito. Algo parecido ha hecho el club Fòrum, del Col · legi d´Enginyers, que ha comentado La bodega de Noah Gordon "en una cena con cata de los vinos que aparecen en la obra", según explica Teresa Aurín.

Contra la rutina. Anne Downes, de Opening the Book, nos resume la filosofía de los clubs: "De niños, nuestras lecturas son dirigidas por los mayores, padres y profesores que nos dicen qué leer, pero al convertirnos en adultos, vamos a nuestro aire y descubrimos cosas en solitario. El resultado es que caemos en hábitos de lectura y dejamos de explorar la variedad. Algunos se dicen a sí mismos que ciertos libros son demasiado difíciles, o muy cortos, o malos, o muy serios... Cada lector tiene sus esnobismos. Eso son barreras, y los clubs sirven para hacernos encontrar un libro que no sabíamos que queríamos".

Los espontáneos. Los clubs espontáneos, formados por amigos, son flexibles en las normas. Marc Lorenzo, abogado de 27 años, se reúne el primer viernes de cada mes en un restaurante con compañeros de su promoción para comentar una novela. "Lo hacemos comiendo, sí, y lo peor son las discusiones para decidir el título siguiente". Igual que en varios clubs oficiales, también hacen "otras actividades, como ir al cine o a una exposición, sobre todo si tiene que ver con el libro".

Un ejemplo. El pasado jueves, en la biblioteca del Guinardó se comentaba la novela Cumbres borrascosas, de Emily Brontë. Lola reconocía que "está bien escrita, pero resulta claustrofóbica" y añadía que "estos amores son de psiquiatra". Rosa destacaba "la capacidad de la autora para describirnos todo tipo de sentimientos, y el fuerte simbolismo de los escenarios". Charo cree que "no da mucho valor a sus personajes femeninos, en contra de lo que hace Virginia Woolf, cuyas mujeres evolucionan, mientras que aquí son sumisas".

Más mujeres. Gemma Domingo y Maria dels Àngels Solà, de la biblioteca pública de Lleida, nos trazan el retrato robot de los asistentes: "Mujeres de mediana edad, de entre 45 y 60 años, y de nivel cultural medio", con excepciones curiosas de mayoría masculina en clubs especializados como el del cómic. En los casos en que se ha invitado al autor del libro, "este suele quedarse sorprendido por el alto conocimiento de su obra, porque están acostumbrados a tratar con público que todavía no los ha leído".

Mal de amor. El miércoles pasado, en una sala de la biblioteca Francesca Bonnemaison de Barcelona, un grupo de mujeres hablaban sobre Tristany i Isolda.El argumento de la obra hizo que la charla derivara hacia las relaciones entre hombres y mujeres. Maite, de Ávila, bromeaba: "Si existiera eso del filtro de amor, sería la pera: ´Me tomo el bebedizo y así no me divorcio´". La escocesa Pamela explica: "Básicamente nos lo pasamos muy bien, nos reímos juntas, y es una manera de hablar catalán".

Bocadillo y libro. Entre las instituciones y empresas con clubs del libro se cuentan desde cárceles, como el Centre Penitenciari de Ponent, hasta centros extranjeros como el British Council, pasando por espacios de arte como los de Caja Madrid o el CCCB, librerías como la FNAC, Negra y Criminal, Casa del Llibre o Pròleg, o incluso la empresa metalúrgica Simo de Montblanc, que celebra su club aprovechando la hora del descanso.

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