09 abril 2008

Pionero

Dylan, un músico con vocación de poeta

Esquivo, apasionado e ingenioso, Bob Dylan acaba de recibir el premio Pulitzer.- Candidato eterno al Nobel de Literatura, es uno de los mayores talentos de la lengua inglesa del siglo XX

FERNANDO NAVARRO - Madrid (El Pais) - 09/04/2008

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"No me llamo poeta porque no me gusta la palabra. Soy un artista del trapecio". Fue la respuesta que un joven Bob Dylan dio en una entrevista en 1965 a la pregunta de si se consideraba un genio de las palabras. La crítica ya por entonces se rendía a sus composiciones, y también por esas fechas el músico ya respondía a contrapié, con su inconfundible estilo, que evidenciaba un personaje fuera de lo común, que terminaría cambiando el rumbo de la música popular. Bien es cierto que en sus frases siempre hay buena dosis de verdad, pero no lo es menos que aquel trovador exquisito, ahora célebre músico, guarda en sus inteligentes declaraciones e innumerables letras de canciones la auténtica estrategia de la supervivencia del poeta: la ambigüedad.

Sólo los que alguna vez se han sumergido en el revelador universo de este cantante nacido en un pueblo de Minnesota reconocerán que Dylan es un poeta en toda regla. Por eso, no es de extrañar el penúltimo reconocimiento a su música, entendida como un organismo vivo donde las letras son el cuerpo sobre lo que se apoya el resto. El premio Pulitzer, otorgado por la Universidad de Columbia, los periódicos Washington Post y New York Times y la agencia Reuters, es la constatación de un hecho: es el representante musical que más se ha acercado y se acerca a la trascendencia literaria. Y, de nuevo, Dylan es pionero y se convierte así en el primer músico de rock que recibe este galardón, según el jurado, por "su profundo impacto en la música y la cultura popular americana, gracias al poder poético de sus composiciones".

Sin embargo, Bob Dylan realmente nunca pensó en dedicarse al papel y la pluma. Al menos en sus primeros años, cuando de chaval todavía no había merodeado por el Village de Nueva York, provisto de su gorra y guitarra acústica. Con letra menuda, aquel niño llamado Robert Allen Zimmerman utilizó un anuario del colegio en 1959 para dejar una escueta declaración a una chica de la localidad de Hibbing: "Eres la mejor actriz del colegio. La más bella. No tengo palabras para ti". Y, ciertamente, no debía tenerlas, porque por entonces iban despuntando sus inquietudes y sabía que le gustaba Little Richard, nombre de una de las primeras grandes figuras del rock'n'roll y firma que de vez en cuando utilizaba para dejar su sello en los márgenes amarilleados de los libros.

Pero la literatura apoyada de la música, o viceversa, era el camino para ese tal Zimmerman, que cambió su nombre por el de Bob Dylan, inspirándose en el poeta Dylan Thomas y tras devorar todo libro que caía por sus manos. El salto a Nueva York, impulsado por conocer al irrepetible cantante-activista Woody Guthrie, sería la introducción definitiva del músico en el género literario.

Desde el mismo corazón urbano de la Gran Manzana, vehiculó su revolucionario estilo empapándose de los sermones del blues y el folk y la corriente desinhibida y subterránea de la generación beat, con Jack Kerouac, Neal Cassady o Allen Gingsberg. También tuvo buena parte de culpa su novia de los sesenta, Suze Rotolo, que le introdujo en el poeta francés Arthur Rimbaud, un haz de luz para la futura obra dylaniana. Basta verle en el espléndido documental de Martin Scorsese, No Direction Home, escribiendo sin parar, como poseído por una fuerza lejana, sobre la máquina de escribir. Los discos que vinieron después marcaron una época.

Premio Nobel

El propio Allen Ginsberg fue el que más defendió su obra como un legado literario a premiar. Porque antes de recibir el Pulitzer, o del Premio Príncipe de Asturias de las Artes, Dylan ha sido el eterno candidato al Premio Nobel de Literatura. Las primeras noticias acerca de la candidatura de Bob Dylan al Nobel empezaron a llegar en 1996 cuando se organizó en Estocolmo un comité de campaña, apoyado por el poeta Allen Ginsberg y Gordon Ball, profesor de la Universidad de Virginia. Desde entonces, no hay año que el cantante no entre en las apuestas, casi tantas como Vargas Llosa.

Ginsberg afirmaba: "Dylan es uno de los más grandes bardos y juglares norteamericanos del siglo XX y sus palabras han influido en varias generaciones de hombres y mujeres de todo el mundo". Y el estudioso Ball, por su lado, escribió: "Aunque es conocido como músico, sería un grave error ignorar sus extraordinarios logros en el campo de la literatura. Dylan ha devuelto la poesía de nuestra época a su transmisión primordial a través del cuerpo, revivió la tradición de los trovadores".

No son los únicos que han elogiado las letras poéticas de Dylan. Los libros y los estudios acerca de su obra dan para cubrir una biblioteca. Desde aquellos que ofrecen las letras de sus canciones, y que son de los más vendidos en el sector, hasta los que analizan cada detalle de su dilatada carrera. Uno de los más destacados es Dylan poeta: visiones del pecado, donde el prestigioso profesor Christopher Ricks califica al autor de Like a Rolling Stone como uno de los grandes rimadores de la lengua inglesa. De hecho, sus composiciones son objeto de estudio para algunos alumnos de colegios y universidades, gracias a profesores poco convencionales y que seguramente brindaron en su adolescencia con alguno de sus discos.

Esquivo, apasionado e ingenioso, Bob Dylan ha sido comparado con Picasso o Einstein por su aportación a desentrañar el universo humano. Uno de sus discípulos más reconocidos, Bruce Springsteen, aseguró un día que "si Elvis liberaba tu cuerpo, Dylan liberaba tu mente". Es verdad. Sólo hay que arrimarse al trapecio, porque la poesía, amigo, flota en la obra de Dylan.

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