01 julio 2008

Django Reinhardt y su jazz gitano

Jazz gitano: pasión al borde del Sena

El Festival Django Reinhardt rememora los sonidos manouche en su 40 aniversario

Jazz gitano: pasión al borde del Sena
Las guitarras protagonizan un festival de jazz tranquilo y vitalista con Django Reinhardt en el recuerdo. - Mauro Herce

ANDRÉS PÉREZ - PARÍS - (Público.es) 29/06/2008 08:00

En la era de los móviles de música enlatada, hay que buscar muy bien donde escucharla al aire libre y sin ceremoniales. A orillas del Sena, en una isla boscosa de difícil acceso desde París, se acurruca un delicioso certamen desbordante de vida. El Festival Django Reinhardt: gitanos y payos apasionados por el jazz manouche vienen de toda Europa a sentarse sobre la hierba a charlar, tocar y escuchar.

Quedan pocos lugares donde las músicas de unos y otros pueden cruzarse libremente entre ellas y dejarse llevar por el viento. La Isla de la Cuna, en Samois-sur-Seine, es uno de esos lugares. Al menos durante este festival, que empezó el jueves pasado y se alarga todo el fin de semana.

En un rincón está el obligatorio patio de butacas y un escenario, por el que pasaron Buika, el Trío Gitano Christian Escudé y la banda deFred Wesley & Pee Wee Ellis. Pero lo importante está detrás del escenario.

Entre casetas y carrozas, las célebres guinguettes y roulottes de los abuelos franceses, el mundillo de los músicos se estremece de placer. La música surge a borbotones, los sonidos de una banda y otra, todas ellas creada al azar, se cruzan. Por todas partes guitarreros de todos los colores se sientan unos junto a otros y se echan unos compases. El ritmo del swing, tan ligero como melancólico, inunda el espacio.

Gitano belga y francés

Reinhardt, la gran figura del jazz gitano, pasó buena parte de su vida y murió, en 1953, al lado de esta isla, donde dejó totalmente conversos a buena parte de la gente. Su jazz se convirtió en una especie de himno nacional de una región necesitada de señas de identidad frente al gigantesco París. El propio Reinhardt dejó una magistral versión swing y divertida de La Marseilleise, el sangriento himno francés.

Django era, en realidad, de nacionalidad belga. También era, por supuesto, gitano, y tenía fuerte tendencia al nomadismo, al exceso y la juerga. Su virtuosismo le convirtió en la estrella de los bailes Musette, especialmente en el club central de los años veinte y treinta en París. El magnífico La Java, del Faubourg du Temple, que sigue siendo, aún hoy, La Zone, es decir, algo así como El Antro.

Once años después de su muerte, en 1968, un grupo de fieles inició el festival que ahora festeja sus 40 años. El público sigue siendo fundamentalmente joven y mochilero, con un toque de bohemio elegante. Muchas niñas, rubias francesas incuestionables, visten faldas agitanadas, sueñan con enamorarse locamente de un músico mago, se tiran sobre la hierba fresca y escuchan. Una música en vivo atraviesa las décadas sin cobrar ni una arruga. Aquí no chirrían los móviles. Al aire libre, jazz en un bosque del Sena.

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